Comienza con una sonrisa,
alegre, pequeña, incierta.
Apenas puede saborearse
entre los dedos, como una pluma
eterna, constante, leve.
Poco a poco va dejándonos
en niebla densa, desfigurada.
Nos queda algo en los ojos,
cercano, sutil, trasnochado.
Y se pierde sin más.
Con su perfume a color,
con su virulenta caída,
de arena, cristal y madera.
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